-Mentira, estábamos jugando -se defendió la hermana, camiseta color rosa con botones en la espalda, manchas coloradas en los brazos, "tal vez alguna alergia", pensó el muchacho.
-Ya les dije que no peleen -la mamá, una señora bonita, conversación de negocios entre adultos, las mesas de la cafetería casi vacías, un amplio jardín al lado derecho.
-Entonces yo juego sola; chao, Juliana -dijo la mayor, y la niña se olvidó del golpe y del llanto sobreactuado y la siguió, corriendo: piernitas muy blancas, ojeras y párpados rojizos, mejillas pálidas, indicios de desnutrición. El muchacho - la mayor (Sonia) lo había contemplado por un buen rato (niña curiosa) - no dejaba de mirarlas, el juego del seguimiento, las sombras de muchas hojas y de ramas bailarinas sacudiéndose en el jardín por donde brincaban y corrían, se perseguían, se escondían. Sonia gritaba y Juliana gritaba, Sonia aplaudía y Juliana aplaudía, Sonia daba una vuelta-estrella y Juliana daba una vuelta-estrella.
-Hola, Juliana -el muchacho, una gorra de varios colores, el truco de quitarse el dedo pulgar y volvérselo a poner, los ojos asombrados de la niña.
-¿Pero cómo que no está? -la mamá -, pero si estaba con vos, ¡Juliana, Juliana!La mayor lo recuerda ahora...No te tenés que echar la culpa, no......cuando, en la cama, siente que el tipo gordo y con la espalda llena de vellos le babea la oreja, le respira en la cara, la ensucia.
-Me pegó -la acusó Juliana, dedos índice y medio enjugando una lágrima que no salía, vocecita de actriz excelente y llorosa.
-Mentira -se defendió Sonia, el muchacho estaba sentado tres mesas más allá, tenía puesta una gorra muy graciosa, se sonrieron -. Estábamos jugando.
-Ya les dije que no peleen -la foto en los periódicos; en el noticiero de las siete; en cada poste de Santacho; en cada pared; en el atrio de la iglesia; en la estación de policía; en los tableros de anuncios donde se anotaban el día y la hora de las rifas de la Acción Comunal y los bailes y las fiestas; bajo la almohada de Sonia molesta por el peso del hombre, por sus caricias ásperas, por la repetición del encuentro.
-No me persigás más -le dijo a Juliana cuando se cansó de jugar y le propuso las escondidas, porque, en realidad, quería quitársela de encima. El muchacho (Sonia lo contempló desde los árboles y se dio cuenta tarde de que cada grito, cada correteo, cada regaño para que Juliana cumpliera con las reglas del juego era un método para llamar su atención) ya no estaba en la cafetería.
-No te tenés que echar la culpa, no... -recuerda ante el espejo del baño, necesita un poco de agua, el aliento del tipo sigue haciéndole cosquillas en la nuca.
-Tu nombre es muy bonito -el muchacho, la cara afeitada, los ojos color de caramelo de arequipe y una boca pequeña.
-¡Juliana, Juliana! -la mamá, pánico en la cafetería, sus compañeros confundidos ayudándole a buscarla, personas que miran a todas partes, pero no se comprometen.
-Estábamos jugando -dijo Sonia y hoy se toma las manos y por alguna razón quiere echar a correr y correr y correr.
-Búsquenme a Sonia -dice el director y el muchacho tomó a Juliana de la mano y la mamá cayó de rodillas, desesperada. El tipo deja de besarle el cuello (a Sonia le molesta la luz y el centenar de ojos que la acribillan) y se levanta de la cama para desabotonarse la camisa. Sabe que en ese momento debe decir algo...Estábamos jugando......pero no lo recuerda, y su estómago se hace más pesado, más frío, como si un bebé de hielo se moviera en su vientre.
-Me pegó -la acusó Juliana y han sido muchos los años de búsqueda en centros de rehabilitación y morgues de varias ciudades y secciones de busca-personas en los diarios.
-Mentira -se defendió Sonia y mientras camina hacia el baño siente que se ahoga, que el tipo gordo que la estaba mirando la mira y la mira, que muy probablemente todo su trabajo irá a dar a la basura -. Estábamos jugando.
-Ya les dije que no peleen -la mamá, años enteros de ayuda psicológica, la educación de Sonia (escuela, colegio, universidad, posgrado, clases de actuación, tratamientos contra las drogas), la luz de Cristo, el altar de las fotos de Juliana que es como una isla en el interior de su mente, donde el tiempo permanece quieto.
-Entonces yo juego sola -dijo Sonia, y cuando el tipo deja caer la camisa al suelo y ella sigue sin pronunciar aquellas palabras obligatorias, el director deshace la escena gritando: "¡Corten!"
-¿Y qué querés ser cuando seás grande? -el muchacho, Juliana como hipnotizada contestando todas sus preguntas, ya su hermana la debía estar buscando.
-¿Pero cómo que no está? -la mamá -. Pero si estaba con vos, ¡Juliana, Juliana!Sonia se acuerda todos los días...No te tenés que echar la culpa, no......y en ocasiones revisa las cartas infantiles donde su hermanita escribió "Quiero ser actriz". El actor que la besaba le pregunta qué le pasa y ella sólo es capaz de responder "Voy al baño, necesito tomar agua". Pero, a pesar de sus esfuerzos y de las piruetas y de los gritos para dar a entender que ella era la hermana mayor, el muchacho de la gorra ya no la miraba, parecía buscar con los ojos a Juliana, siempre a Juliana.
-Me pegó -la acusó Juliana y era verdad, lo había hecho, procuró que el golpe pareciera un accidente del juego para que la acusación de Juliana no surtiera efecto.
-Estábamos jugando -dice en vos alta al entrar al baño y cuando se mira en el espejo, una Juliana ojerosa y sonriente la hace resbalar sobre las baldosas.
-Quiero ser actriz -respondió la niña cuando el muchacho tomó su mano y de inmediato se dio cuenta de que la respuesta no le interesaba.
-No me persigás más -llora Sonia en el baño, la cabeza entre las manos, la llamada de su madre hace dos meses, el funeral con la caja vacía, la pregunta estúpida que empieza a horadarla, por qué hoy, por qué en este momento, por qué esta escena, por qué a mí.
-¡Búsquenme a Sonia! -grita el director desde el set de grabación (todo el mundo conoce la historia de la actriz, saben de sus crisis de nervios, corren de aquí para allá, buscándola como locos) y cuando Sonia terminó de contar, detrás del guayacán sin flores del jardín, empezó a buscar a Juliana sin tener, en realidad, muchas ganas de encontrarla. El actor (un hombre gordo) que acaba de grabar una vez más la escena de la violación encuentra bajo la almohada la foto de una niñita ojerosa y flaca. Al dorso, alguien había escrito "Estábamos jugando". Ya empezaba a cansarse de buscarla tanto y cuando iba a regresar a la cafetería para avisarle a su mamá que Juliana no estaba, la vio detrás de otro árbol apartado conversando con el muchacho que tanto la había estado observando.
El baño, la foto, la escena, su madre, los juegos, el jardín, la gorra, el muchacho... Vio a su hermanita alejarse de la mano del desconocido y los vio perderse entre la gente que caminaba hacia distintos lugares.
Las sombras inquietas de las hojas y las ramas bailotearon sobre ella durante varios minutos (está llorando en el baño y el director golpea la puerta) hasta que decidió regresar, con pasos lentos, hacia la mesa de la cafetería donde estaba su madre con los compañeros del trabajo.
-¿Pero cómo que no está? -la mamá.
C. Aguirre.